Embriagada por el éxtasis entré por las puertas del templo de blancas paredes y en ausencia del cuerpo, de los afectos y de la mente, experimenté en forma directa eso que es la verdad, dejando de existir realmente la mente en si misma y todas sus sombras vanas e ilusorias.
Una delicada danza levanta los vientos, que arrancan las hojas secas de los árboles hasta desnudarlos, alfombrando los suelos con un hermoso tapiz de hojarasca y vistiendo con esas hojas a hermosas criaturas etéreas, que pueblan la estación otoñal.
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