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martes, 28 de abril de 2020

Bosquejo de un retrato...


Recuerdo sus manos escapadas de la sábana que cubría su cuerpo. 
que entre sus manos misteriosas los imposibles eran fáciles, Como si Dios hubiera sido hecho a semejanza e imagen de mi padre. Aquellas manos, que siempre estuvieron entre el silencio y la palabra,  ásperas a veces, y otras veces tan suaves, donde las venas eran ríos azules, hondos, tibios, familiares.
Aquellas manos, nubes poderosas, tan sabias y gigantes, con su amenaza gris y casi bíblica cuando el castigo las tornaba graves. 
Si las manos son la prolongación del alma y estaban muertas, era también porque el alma había dejado ese cuerpo que volvió a la tierra o a la nada a los 59.
Tus manos no son para la muerte, no han nacido para írsete apagando.
Y tú; sin sombra ya, duerme y reposa.
Ya sé que este bosquejo de un retrato, no puede trasladar lo que significó esa partida a media noche.
Aún queda un resquicio por el que se escapa un remanente de insatisfacción. 

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